31 c. Transición: final de trayecto (de «De la Transición a la Indefensión. Y Viceversa»).

 

 

Transición: final de trayecto

Paul Delvaux y la especial soledad de las estaciones.

Paul Delvaux y la especial soledad de las estaciones.

Adiós, Transición, adiós. Fue hermoso mientras duró quizás por el empeño en creer que lo era. Es posible que a la inocencia y afán de ese empeño se debe el paso franco ofrecido pronto a la vileza. Tuvo el atractivo de la juventud, del principio de algo que es un simple umbral, una promesa no avalada por los actos, asentada en la negación infantil de lo existente, en los ritos de afirmación de guerrilla urbana, de valientes desafíos que no habían existido. Y en España su parte más noble de solidaridad e ilusiones fue rápidamente secuestrada por los que pretendían, y lograron, hacer de ella su durable y provechosa parcela. Enseguida todo lo fue cubriendo, como el merengue en una tarta, el radical y vertiginoso cambio técnico de las últimas décadas del siglo pasado, el buen vivir, semejante a los felices veinte, la prosperidad que se creía lineal y segura y, pronto, la mutación de la Era de las Comunicaciones, el aparente poder del saber instantáneo y las grietas, inesperadas, sorprendentes y sin embargo previsibles en algo en lo que se vivía con blandura y con la seguridad de lo permanentemente adquirido, y que, por lo tanto, se denigraba y que se llamaba civilización.

El universo desconcertante.

El universo desconcertante.

Las utopías piden un rescate, son, finalmente, un mosaico de ideales, de pequeñas empresas, de intentos tan ajenos a la conveniencia personal como el estudio de las galaxias del universo. En la Tierra y en lo que a sus habitantes humanos concierne, no se trata de su final, sino del final de las utopías gratis total y de las exhibidas como requisito para ponerse en nómina. Retos y disyuntivas son nuevos. No habrá diplomas de pertenencia al club dual adecuado, ni se ofrecerán lotes de placa solar, pancarta antiimperialista y bicicleta de última generación. El panorama es a la vez sencillo y complejo: Transportes y difusión informativa han puesto al alcance de quien lo desee la vivencia de cualquier etapa y cualquier variante de la evolución de la especie. Un anhelo tribal puede realizarse con la simple incorporación a cuantos aún viven de tal manera, pero para ser consecuentes esto incluye, llegado el caso, el recurso al brujo de la tribu en vez de al odontólogo. Por primera vez en el planeta se ofrecen simultáneamente la edad de piedra, los cazadores y recolectores y Silicon Valley. Con un pie en el paro y otro en las visitas virtuales por el cosmos, la orientación ideológica, e incluso física, no son fáciles ante tal oferta. Sobre todo cuando las referencias básicas se han reducido a la

Australia West. Del comienzo del tiempo.

Australia West. Del comienzo del tiempo.

conveniencia del rechazo a lo conocido, lo tradicional, lo perteneciente al confuso y denigrado vocablo Civilización.

El panorama se clarifica no poco cuando se pasa por el cedazo del interés y se ve en qué quedan proclamas, manifestaciones y gestos cuando desaparece el beneficio al que venían siendo asociados, una rentabilidad no siempre económica y sí un mucho social. Han amarilleado y muestran fecha de caducidad los carnets imaginarios, ya no permiten la entrada a los clubes que solían. Para beneficio de los que, al menos, a partir de ahora crearán sus propias filiaciones teniendo como referencia el principio de realidad. Esa desaparición abre las puertas a una percepción más amplia y a unos actos sopesados según el riesgo, energía y tesón invertidos en ellos.