Daños Colaterales

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 “¡Ojalá acabe en un hospital!” A voces, sin venir a cuento, en el vestuario de la piscina de un centro deportivo de Madrid que se esmera en la higiene, una mujer joven se ha colocado de repente a unos centímetros de otra que no lo es, la acusa de no llevar mascarilla y, entre otras invectivas, grita estos buenos deseos. La mujer mayor está secándose tras salir de la ducha, en su cubículo sin nadie a los lados y frente a su taquilla. Naturalmente es imposible llevar mascarilla en esa circunstancia. La explosión de agresividad, violencia e histeria es absolutamente gratuita. Pero no por irracional menos explicable. Consciente, inconsciente, estúpida o estratégicamente se ha hecho todo para fragmentar a la población y someterla haciéndole asumir una segregación a veces en apariencia protectora pero que, en la práctica, la ha envilecido llevándola a asumir una segregación.

Caza, acoso, rechazo, denuncia del viejo que ya no es es “mayor” sino anciano, ramas secas que que sin embargo aún consumen agua, alimentos y recursos y el virus benéfico ha venido, enviado por la sabia Naturaleza y el Dios Planeta, a podar. El subconsciente colectivo se va empapando del mensaje de las dos clases: Juventud sana, fuerte, hermosa y prometedora y Vejez inútil desagradable, fea y parásita de los bienes que, lógicamente deben corresponder al sector (ahora edad sustituye a raza) elegida. Las circunstancias de la pandemia no sólo no han hecho a la gente más fuerte, sino que están haciendo aflorar en buena parte de ella lo peor. Están creando un clima malsano de animosidad, desconfianza irracional y agresiones impunes, bajo excusa del peligro sanitario, y, simultáneamente, de sumisión ante quien se ve como el dueño de la vida y la muerte. El ecosistema ideal para aspirantes a jerarca totalitario. La desdichada frase de “Los mayores son de riesgo” se ha interpretado, no como que en ellos el virus es más letal, sino como que lo transmiten más, lo que es falso. Precisamente la torpeza en consignas de segregación ha favorecido la impunidad y actitud irresponsable de los jóvenes, que se ven dueños de un reino que, mientras no demuestren sus méritos, no se les debe.

Pero como los humanos no somos una camada de lobos (aunque, regresión mediante, se hagan méritos para ello) y su éxito como especie se debe a órganos más arriba de las patas y el brillo del pelaje, pongamos el cerebro y los recovecos de la memoria y la conciencia, la progresión e implantación de los daños colaterales pueden ser mucho peores que el virus.https://www.elrincondecasandra.es/siempre-hoy/pandemia-y-pandemias-2020/

Mercedes ROSÚA

 

Madrid, 24 de agosto de 2020