11/19/23

QUE NO VIVAN LAS CADENAS.

Que no vivan las cadenas.

Visto el largo historial de sumisión letárgica y acomodaticia, se diría que no hay pueblo más gozosos que el español de lamer, y morder, con la esperanza de digerirlas, las cadenas, hoy de palabras, creadas por herreros anónimos pero aceptadas con entusiasmo como parte ineludible del paisaje y fruto autóctono. Al menos los que en 1823 disfrutaron desenganchando los caballos de la carroza en la que llegaba el rey absolutista y tirando ellos mismos al grito de ¡Vivan las cadenas! para demostrar su amor por la tiranía y su odio hacia los liberales no estaban pagados por ello; a diferencia de los que en el siglo XXI aclaman con fervor al cacique que les garantice el pienso económico y social del que disfrutan los Parásitos de la Utopía, nueva, floreciente y postmodernísima especie. En un cómic sin gracia, parodia de la pequeña aldea gala de Uderzo, defiende su buen vivir y derecho a manutención e incienso perpetuos la tribu Progresía e Izquierdas, atrincheradas tras muros de anatemas y excomuniones y un arsenal inagotable de fachas para cuantos no gozan del reparto de la marmita.

La sumisión cotidiana ha rebasado en la España actual los límites de la simple estupidez hasta un grado que, paradójicamente, sirve a sus autores de blindaje por .el desconcierto y parálisis que produce en observadores externos. Son incapaces de reaccionar ante la completa ausencia de adecuación a realidad, moralidad, evidencia y al propio y siempre cambiante discurso del cacique y sus avatares. Poco importa si nombra cónsul a su caballo o a las hormigas. La mansedumbre popular en la aceptación de lo inaceptable impide recurrir a la justificación caritativa de la violenta coacción externa, la gratificación vaga y dudosa no deja siquiera el consuelo de achacar siempre tal epidemia de servidumbre voluntaria al trueque de libertad y dignidad a cambio de recepción de bienes. El fenómeno va mucho más allá: Millones de personas comulgan en el sentido más léxico del término, diariamente, con obleas verbales que determinan, en el mapa cerebral,, la clasificación de seres, hechos, conceptos e imagen de sí mismos, sin que nadie externamente los obligue a ello pero con el acatamiento a una ley preceptiva que para tirios y troyanos es tan obvia, perenne e inmutable como la de la Gravedad.

Lo más fascinantes de esta gigantesca y omnipresente cárcel de significantes y significa dos es la ausencia del referente: No hay sustancia, presencia histórica, manifestación física en lo que tal cadena de sonidos pretende evocar como suyo. La consigna de la tribu es radicalmente falsa. Hay tan sólo la cruda necesidad de accionar un resorte, de asegurarse un efecto, de mantener aceitada la cerradura de la celda verbal sin la que sería imposible la existencia del amo y la del siervo feliz que ni siquiera se plantea la realidad, nada virtual, de su prisión  ni la existencia de espacios fuera de ella. La cárcel es tan indiscutible como un conjuro y lanza su red metálica sobre el mundo real, percibido de forma que nada quede fuera de la clasificación delimitada por sus mallas. La realidad pasada, presente, futura desaparece. Los gentiles, los ajenos a esta secta amorfa e incontable, deberán transitar por un territorio previamente balizado so pena de ostracismo, rechazo y anonimia.

Los eslabones de la cadena verbal son en realidad un puñado, pero quizás y precisamente por eso se han revelado como indispensables y de asombrosa eficacia. Superan a policías políticas y dictaduras al uso, crean reflejos, conceptos, clasificaciones de la realidad e incapacidad de percepción de ésta. En ellos la sociedad nada, como en un gas, y los respira y asimila hasta crear una adicción que, de faltar la droga, produciría angustia, sensación de vacío y desconcierto. El kit básico se reduce a izquierdas, derechas, progresista, conservador, reaccionario, fascista, facha con aditamentos y derivaciones laterales como franquista, burgués, ultraderecha, imperialista, elitista. A esto han venido a unirse las sucesivas olas que, a manera de plaga, se sustentan en la eliminación del individuo y a cuanto a él corresponde. Hay una ofensiva en toda regla de imposición del mínimo común denominador intelectual, ético, profesional, cultural. Al borrar y difuminar al sujeto humano desaparecen la responsabilidad en los propios actos, los derechos y deberes personales e intransferibles, las capacidades y rasgos de cada persona que ya no lo es. Se la ha reducido a parte de un rebaño de víctimas quejosas distribuidas en rediles de raza, religión, tribu y sexo que, naturalmente, piden a gritos pienso, pastor y justificación de la envidia y  del odio a la excelencia.

Por asombroso que parecer pueda, el arma de imposición y su cerrojo ha sido, y es, la media docena de calificativos que en España, y no sólo, mantienen en su vasta prisión a la masa de ciudadanos, nombran y manipulan gobiernos, otorgan y eliminan bienes y haciendas, quitan y ponen leyes y cargos y disponen a su conveniencia de Historia, Enseñanza, medios de comunicación,  libertades individuales y acervo intelectual. Las palabras-consigna adaptadas para uso logístico en nada corresponden a su semántica cronológica y sociológica reales; no pasan de ser, y de utilizarse, como bombas cargadas de miedo, pero a base de un bombardeo que ni siquiera se percibe, semejante al de la lluvia fina. Cuando se empeña en exhumar y combatir dictadores muertos, crear dualidades y enemigos absolutamente ficticios y fabricar clientelas a golpe de exhibición mediática y talonario tal procedimiento no debería resistir el más simple roce con la realidad sin caer en el profundo ridículo. Sin embargo han logrado imponerse y sembrar de minas el mensaje cotidiano, diluir un vaporoso terror light a significarse, al rechazo, a parecer viejo, al gélido soplo de un espacio exterior privado del abrigo de pertenecer a los Progres. Nada de esto es cierto, la ficción Buenos/Malos desde toda la eternidad es un simple chantaje utilitario incrustado como dogma en los resortes de la profunda estupidez en la que se apoya su uso.

Desde luego hay un qui prodest que ha permitido y permite vivir del manejo de las llaves de esta curiosa dictadura a masas considerables de parásitos víctimas post mortem de dictadores que nunca combatieron. El manejo de las consignas-tatuaje ha otorgado gratis total el lujo de la relevancia social y de la buena conciencia a cuantos sabían, y podían perfectamente saber, el infierno y saldo de víctimas de sistemas totalitarios, véase el eufemismo de las dictaduras socialistas, del comunismo en todas sus variantes y de la maravillosa élite intelectual que permite proclamarse de izquierdas copa en mano, a costa de la piel ajena y gracias a la curiosa ceguera cognitiva, las nulas decencia y empatía y el exquisito distanciamiento respecto a la triste y cruda realidad, bien existente y documentada mucho antes de que se cayera el Muro de Berlín.

 

Revolución Cultural China: Felicidad, abundancia y rojo sol revolucionario total. El Bien en estado puro. Progresismo.

Es posible que la eficacia de la cárcel verbal se explique, sin ser causa exclusiva, por la notoria cobardía -mientras no se demuestre lo contrario-  del pueblo español, que vive, en este sentido, de las rentas de un pasado glorioso y no en vano ostenta en 2023 como mascarón de proa presidencial una figura lamentable de cacique sin  más atributos que la alforja de las coimas y la tropa de parásitos del reparto. Es, como dechado de lo más bajo del fondo, perfecta ilustración del pedestal del mínimo común denominador intelectual, ético y profesional en el que el patético aspirante a algún trono se alza. Los conjuros clave adquieren en este caso cierta utilidad a contrario: Bastaría al pueblo llano, no ya abstenerse de votar, sino rechazar, por risible y repulsiva, cualquier utilización sociopolítica que se identifique como progresista, de izquierdas, y salpique su discurso al referirse a posibles adversarios de fascistas, franquistas, derechistas, fachas, conservadores, ultraderechistas y reaccionarios. Talvez la cárcel no se abra pero al menos algo de aire circularía por ella.

Revolución Cultural China: Felicidad, abundancia y rojo sol revolucionario total. El Bien en estado puro. Progresismo.

 

Revolución Cultural China: Pobre, harapiento, viejo, cansado. Negrura, Tristeza. Sombra. Mal, fatal, antes del Progresismo.

Nada en tal dualidad izquierdas/derechas fue ni es cierto. Era fácil, siempre lo fue, considerarse sin mayor esfuerzo miembro del grupo de Los Buenos, salvador honorario de los (¡cómo se llena la boca al decirlo e incluso al pensarlo!) Desfavorecidos en su eterna lucha contra los Poderosos (aquí el bocado de pastel desborda y pasa de la nata al orgasmo). No ha existido jamás excepto en sociología e historia en una terminología aplicada a momentos, épocas y situaciones concretas por razones de taxonomía y simplificación pedagógica, una dualidad Izquierdas/Derechas que, aunque bastante reciente, se diría eterna y existente desde el alborear de los tiempos. Es una peligrosa y devastadora ficción que ha arrasado con la muy insobornable percepción moral del Bien y del Mal, un tsunami que ha cubierto de lodo el valor de los hechos concretos de individuos concretos y el individuo por sí mismo como centro de ética, libertad, responsabilidad y juicio. Era tan cómodo abrigarse en el lenguaje dual, tanto más si se conseguía, gracias a la artillería verbal multiplicada por los medios, sonrisas, puestos en primera fila, sueldos y estética de yo. Con lo cual se ha instalado, casi insensiblemente y de forma, en cualquier caso silenciada y preceptiva, una especie de universo paralelo, un marco invisible de actos, expresiones y pensamientos en el que el individuo responsable y sin la menor afición a engrosar el club de víctimas de los Malos, Poderosos, Derechosos lo mejor que puede hacer es disimular su existencia y hacer con regularidad profesión pública, y monetaria, de apoyo a la, ésa sí muy real, clase de los Parásitos firmemente asentados sobre el podio de la ficción benéfica.´ La cual se identifica, agotada la ubre Comunismo y en vías de jibarización Socialismo, indefectiblemente con Progreso. En la nueva Diosa Razón todo cabe y no hay parásito siglo XXI que no avente incienso en sus altares, sin el menor reparo respecto a lógica, pertinencia, conveniencia o simples veracidad pura y dura.

El experimento dual a gran escala, olvidado aunque continúa en países, sectores y aspirantes a totalitarios (muchos más de los que se cree) ocurrió durante la Revolución Cultural China, hoy chapada con mercancías, ejército y vigilancia electrónica, e inconscientemente imitada por cuantos predican en Occidente la abolición del individuo como centro de Derechos y Libertades para desplazar así el sujeto a la tribu, la aldea, la religión y el sexo. En tiempos de la Revolución Cultural China progresista era renegar del conocimiento, la Cultura, el Arte. Eran revolucionarios cuantos destrozaban estatuas, humillaban profesores, quemaban libros, degradaban jueces y leyes. En su juvenil y progresista ardor, los guardias rojos propusieron cambiar las luces de los semáforos porque era inadmisible que el color rojo, revolucionario donde los haya, significara detenerse. La moción, finalmente, no prosperó, pero muchos años después, en la otra esquina del mundo, la España del Progresismo, sin el cual no hay salvación, ha impuesto, amén de falditas y parejas en los en semáforos, lenguaje, normas y leyes de una estulticia a cual más sorprendente, sólo justificadas por la imperiosa necesidad de alimentar la dualidad ficticia del nuevo Dios Progreso como supremo bien, puesto que da de comer a un magma de adoradores. Y si el Dios Progreso se rindiera a la extenuación ahí están el Dios Futuro, el Dios Agenda Milenaria, Planetaria, Climática y cuanto Olimpo y divinidades se precisen para colocar a la voraz parroquia y sustraer dinero, libertad y recursos.

Para ejemplo de Progresismo concentrado en una más reducida probeta ninguno puede probablemente compararse al llevado a cabo por los Jemeres Rojos en la Camboya de los años setenta del siglo pasado, con el indudable éxito de acabar con un tercio de la población del país. Una de sus revolucionarias iniciativas fue eliminar a quienes llevaran gafas, signo de intelectualismo burgués. Tal vez todavía los turistas que visiten los magníficos templos de Ankor Wat puedan disfrutar además del pequeño museo local que muestra pilas de cráneos de camboyanos que hablan largamente del discreto encanto de las utopías por control remoto.

 

Revolución Cultural China: Pobre, harapiento, viejo, cansado. Negrura, Tristeza. Sombra. Mal, fatal, antes del Progresismo.

El misterioso sortilegio que mantiene encadenada a la población española en una voluntaria y tan eficaz como ficticia Guerra Civil Verbal tiene barrotes de muy útil segundo uso: No ya sólo el emperador sino su ejército y tropa van desnudos, y cada epíteto que utilizan como munición está hueco y sirve, cual marca luminosa, para saber que nunca hay que apoyar, creer ni votar al que los emplea, véase progresista, derechas, izquierdas, ultraderechista, facha, conservador, reaccionario. La menor exigencia de propiedad lingüística en el contenido de tales expresiones dejaría al emperador y extensa corte tiritando con probable riesgo de exterminio por pulmonía, tan largo es el tiempo que llevan viviendo confortablemente abrigados por utopías subvencionadas, lanzadas a moros-dictadores muertos, pieles de desdichadas poblaciones víctimas de lejanas y muy reales dictadoras, heroísmo de salón y quema de la Historia en la que ni figuran ni nunca figurarán ellos por sus méritos. El castillo de naipes, el chantaje verbal no tiene la menor consistencia. Un soplo de realidad, e improbable valor, bastarían.

Rosúa

04/1/17

DE LA GUARDERÍA A LA JUNGLA

DE LA GUARDERÍA A LA JUNGLA

(1993. De plena actualidad) M. Rosúa

Hace mucho frío fuera

Hace mucho frío fuera

   Entre los balances que se han  hecho del último decenio  español destaca, curiosamente,  el tratamiento dado a la  educación. Hay un tibio  consenso en presentarla con  tonos positivos, en contraste con  la evidente bancarrota de otros  sectores. Las alabanzas a la reforma educativa por parte del personal docente suelen ser directamente proporcionales a las esperanzas del interesado de escapar a ella y de lograr, con su fidelidad, un virreinato de coordinador, asesor, director de cursillos o, quizás, de dar el salto a los dorados campus universitarios.

   Cumple desentonar. El supuesto éxito tiene la misma entidad ilusoria que el retablo de Maese Pedro: el rey está en realidad desnudo. Continue reading