¡PAPÁ, NO TE VAYAS!

¡Papá, no te vayas!

¡Papá, no te vayas¡ No nos dejes! Por los clavos de…quien fuera, uno que le clavaron o que se clavó y se hizo daño, seguro que fue la Derecha. Si tú hubieras estado no hubiese pasado. Pero volvamos a lo nuestro: Papá, no nos dejes, date cuenta de en qué situación nos abandonas. Somos tantos. Si sólo fuera por mí…Aunque también…¿Qué digo, cómo me presento, quién soy, qué soy? Vale, los tuyos se han inventado carreras, les escriben obras, ocurrencias que nadie se espera porque no hay quien te  devuelva a ti un cheque sin fondos. Pero los otros, nosotros, los que no tenemos más que tu nombre, tu respaldo, la marca de tu hierro, la capa de palabras que todo lo tapan y con las que entramos, como un VIP cualquiera, en reservados, clubes de gran alterne, oficinas del director del banco, bodorrios fastuosos y anaqueles de la universidad donde depositamos libros que no hemos escrito, ni leído, ni pensamos leer, nosotros que trabajamos intensamente para no trabajar en nada y que llevamos, como quien dice, casi toda una vida, o al menos buena parte de ella, de la mañana a la noche, publicando la buena nueva de tu santo advenimiento, el de la Igualdad Democrática al fin conseguida arrasando con cualquier asomo de superioridad en valor, labor, profesión, logros, inteligencia, nosotros que no paramos de meter cada día las papeletas de ese modelo que es tu persona en los millones de urnas del mundo de la comunicación y en la bocas de los que deben sus puestos presentes y futuros a tu nombre hasta que rebosan de él y se les saltan las lágrimas, nosotros qué vamos a hacer si nos falas, si desapareces para llevar la buena nueva a lejanos destinos?.

El Universo se tornará feo, duro, desagradable si nos falta tu apostura, tu sonrisa, tu perfil de jefe nato, tu desdén hacia la masa vulgar de tus enemigos que sirven tan sólo para sustentar el podio sobre el que reposa tu figura. Necesitamos tu ley implacable de imposición  del mínimo común denominador, tus miles, millones de policías para la erradicación de la excelencia.  Porque eres el que todos quisiéramos haber sido, el rey del barrio, de la cama, del chalet grande y con muchas plazas de garaje, y al tiempo, ¡oh prodigio que sólo tú logras!, nos has saciado o prometes saciarnos a todos transformando en odio la masa de envidia que llenaba nuestros cuencos.  transformándonos a cada uno sin excepción, excepto a los ingratos, subversivos y peligrosos enemigos de clase y de la democracia igualitaria (no hay otra) en víctimas, en tribus infinitas sin individuos en las que cada cual no es hijo de sus dotes ni de sus obras sino de rasgos afines a la ley planetaria y zoológica: sexo, villa, raza, lenguas, determinismos de la biología y de la historia, factores todos que eliminan cualquier asomo de responsabilidad individual.

Y de repente, si te vas, la buena vida, la casa, el prestigio, el diploma, el sueldo, la personalidad misma habrá que ganárselas. Es el reino del vacío el que nos espera, y sin manutención diaria. ¿Podremos todos justificar nuestras vidas y puestos con el ardiente amor por nuestras mujeres, hijos, suegras y perros? ¿Seguirán los allegados por rama política apoyándonos con los frutos de sus prósperas finanzas? ¿Servirá, como en el fondo esperas, la amenaza de tu marcha para que los jefes tribales de los que dependes renuncien provisionalmente a la aceptación de algunos de sus privilegios? Saben sobradamente que eres la garantía, providencial y quizás irrepetible, que los avala. Sobre tu mesa reposan, ya redactadas y pendientes de firma, las leyes que te han presentado como condición para que no te retiren su apoyo, véase la de extensión y promoción mundiales de óperas cantadas en la lengua de la tribu del lloroso y quejoso pueblo del nordeste, que ha sido rechazada por las Delegaciones de Derechos Humanos a causa de su insufrible e irremediable cacofonía. ¿Comprenderán estos ingratos, por los que te has desvivido, tu situación y aceptarán un compás de espera?

Y, lo peor, la  catástrofe más grande que podría sobrevenirnos con tu ausencia, tan insólita, tan incrustada en nuestro horizonte que ni siquiera en ella se repara: ¿Y si desaparece de repente la ficción Izquierda/Derecha? ¿Y si se descubre que esa universal filiación dual que parece tan anclada en el mundo social y en el físico no existe sino en , puntualmente, épocas y actos y hechos concretos en estudios de sociología e historia por razones metodológicas? ¿Que tal dualidad, como la utilizada de las dos Españas por un escritor, no pasa de ser una metáfora poética y que Derechas/Izquierdas no son sino los dos polos manejados e impuestos en una especie de hipnosis colectiva para proporcionar una filiación ficticia a la población manipulable y deseosa de acogerse a la facilidad mental y a la ficción de superioridad de grupo encarnado en entidades sin relación real con sus actos y entorno? De derrumbarse el mito del Gran Enemigo del fantasma Derechas y del recurso al dictador tiempo ha difunto y la Guerra contra los Malos, siempre por ganar,  entonces, si te vas, Papá, ¿qué hacemos? ¿Qué contamos, para que nos sigan manteniendo, dando voz y preferencia en la inmensa mayoría de los medios , para que incluso los de los grupos resistentes acepten intimidados el chantaje dual y la inclusión en la esfera del enemigo vil? ¿Cuál será nuestra suerte, dónde hallaremos sustento si nuestra gran arma nuclear, el vocablo Progresismo, pierde su poder y se deshincha como un globo?

Papá, no nos condenes a la inanición  y a la nada, aún no. Es muy goloso el botín de un país entero de cuarenta y siete millones de habitantes. Ni comparación con latrocinios privados. Papá, ¡no te vayas, no te vayas todavía!

ROSÚA

28 de abril de 2024