Generaciones del 98

GENERACIONES DEL 98

M. ROSÚA

   Para conmemorar el Desastre del 98 la Reforma Educativa ha hecho maravillas. Ya se ha logrado que los alumnos de lo que antes se consideraban buenos institutos ignoren la fecha del descubrimiento de América y el orden de llegada a la Península de germanos, árabes, romanos y celtíberos.

Todo, todo, y gratis total

Todo, todo, y gratis total

   También desconocen quiénes  fueron Adán o Lázaro y  describen el cuadro de una  madona como «mujer con un  chico». La explicación de una  rima de Bécquer («Gustabo»)  les parece tarea insuperable, y  la sugerencia de la lectura de  un libro entero un atropello.  Su analfabetismo funcional les impide comprender lo que leen y expresar sus ideas, y se complementa con otro analfabetismo, el cultural, quizá más peligroso, que les ha arrancado de todas las fuentes (mitología, Biblia, fábulas, folclore) de la expresión plástica y literaria occidental y les incapacita para descifrar la iconografía y simbolismo más obvios. La última tribu amazónica goza de más defensores de sus raíces culturales que estos españolitos privados de las suyas.

   Los alumnos a los que nos referimos sólo son niños de Primaria por decreto. Tienen 15 ó 16 años y estudian 4º de la ESO; su edad les capacita perfectamente para la comprensión y el manejo de abstractos, la expresión escrita y un razonable conocimiento de su acervo cultural que debería haberse ido adquiriendo en años precedentes.

   No se han entontecido por misteriosa degeneración neuronal; son el producto lógico de la LOGSE, de una reforma nociva que requiere grandes medios contra sus grandes males. Los adolescentes actuales están condenados a la infancia prolongada de la ESO, pasan por inercia e imposición legal, según el eufemismo «promoción», de la Primaria a la Secundaria y de un curso a otro porque el suspenso por ignorancia de materias concretas y la expulsión están en la práctica proscritos. Al profesor sólo le cabe firmar falsos títulos de conocimientos inexistentes, esperar que no le ataquen o denuncien, halagar a los padres ofreciéndoles –tres por el precio de uno- servicios de canguro, vigilante jurado y bedel, y no atraer la funesta atención de los tecnócratas del MEC, responsables insolidarios de su miseria cuyo horizonte es un curso próximo siempre peor que el anterior. Los libros de texto son un zurcido de observaciones inconexas al dictado de la farragosa y contradictoria normativa de la reforma, abundan en cromos, ramplonería y jerga en un afán patético de ofrecer fast food pedagógica, y se completan con el catecismo políticamente correcto de la educación en valores que, como si hasta la aparición de la LOGSE el profesorado se hubiese dedicado a incitar al asesinato, marca, en recuadros dignos del Ripalda, las actitudes e ideas loables.

   La moda educativa favorece en el alumno la visión propia del animal y la camada: Su grupo, su entorno inmediato, su percepción física. El alcantarillado del barrio desbanca al Amazonas, los levantinos borran de la historia de la literatura el Cantar de Mío Cid por tratarse de un castellano invasor, la Historia comienza con mi abuelo, la poesía no se come, en clase no me divierto, el silencio me deprime, pensar es solitario y me frustra. A la inmensa mayoría se le dará el diploma de Secundaria aunque haya que aparcarlos hasta los 18 años en las aulas «de diferenciación» o «de ámbito», que recogen a los que, incluso en estos saldos educativos, rechazan la apariencia de un mínimo interés por el estudio. Se va así formando un tapón de ignorancia, apatía y falta de salidas que pasará, sin vocación alguna, a la abarrotada y desvirtuada universidad.

   Como contrapartida, los que sí querrían estudiar, y especialmente los de familias modestas cuyo único proveedor cultural es el instituto, son mantenidos muy por debajo de su edad, labor y posibilidades por la tiranía del mínimo común denominador, que impide toda veleidad de esfuerzo intelectual. A igual nivel de ingresos, los padres que antes hubieran mandado a sus hijos a centros públicos ahora huirán de ellos y se sacrificarán para llevarles a los privados con la esperanza de cierta garantía de ambiente pedagógico, exigencia y selección vocacional. Irónicamente, al PSOE hay que atribuir la ruina de la Enseñanza Media estatal buena, democrática y gratuita, así como el ataque al Decreto de la Enseñanza de Humanidades. Sin duda por aquello de que las personas inteligentes siempre son de izquierdas.

   La sociedad no comprende qué interés pueden tener los legisladores en educar mal, se inhibe de lo que le parecen reyertas de especialistas, duda de la teoría del complot para embrutecer al pueblo (con razón; el panorama no da para maquiavelos).

   La explicación es mucho más simple: la LOGSE fue producto de un populismo de apariencia sin inversión y de una política de compra de clientelas electorales a la que se superpuso una confusa fachada de justificación ideológica cuyos tópicos igualitarios son un blindaje contra la crítica y el reconocimiento de la valía individual, académica y profesional. Los sindicatos CCOO y UGT lograron algo encomiable: elevar el nivel económico y la consideración social del Cuerpo de Maestros, reparando así una larga injusticia. Pero lo hicieron atropellando a su vez injustamente a los catedráticos y agregados, víctimas absolutas del «todos iguales enseñando a todos de todo» y de la minimización del bachillerato. Sus puestos, ganados en la Enseñanza Media con carreras largas y especializadas y ardua oposición, fueron ofrecidos a la clientela sindical de docentes de Primaria cuyas aulas diezmaba además el censo demográfico. Se entró a saco en el BOE disminuyendo en los baremos los méritos académicos y promocionando las fidelidades a la reforma, a su política y a sus comisarios gratificados con puestos directivos y burocráticos. Agregados y catedráticos quedaron amordazados por el temor a ser tratados de elitistas si denunciaban claramente la causa de su situación. Con esta maniobra se escamotearon el dinero y la sustancia de la reforma educativa auténtica, se compraron votos y premiaron fidelidades, se arruinó la Enseñanza Media y se potenció espectacularmente la enseñanza privada.

   La identificación de la defensa de la LOGSE con la de la extensión de la Enseñanza obligatoria y gratuita hasta los 16 años es pura falacia, porque esa medida era un imperativo de Educación de la CEE inexcusable para cualquier gobierno democrático español. La reforma se hizo sin destinar financiación específica, sin reducir el número de alumnos por aula, sin crear buenos centros politécnicos ni potenciar al personal especializado. Muy al contrario, la Enseñanza Media se redujo a dos años en un apéndice de la Primaria que sólo tiene de bachillerato el nombre. Resultado: aparcamiento, años perdidos y al final diplomas para todos y salidas reales para muy pocos. La ESO ha inventado al efecto una jerga de ejemplar estupidez: «Segmento de ocio», «materias transversales», «transición a la vida activa», y demás muestras del florido pensil curricular.

   Nuestros vecinos de Europa hace tiempo que descubrieron el fracaso de la infantilización generalizada y optan por la educación por niveles, los controles y exámenes de paso, la importancia de las materias básicas, la creación de centros politécnicos que ofrezcan formación profesional seria en instalaciones bien dotadas y que sean una alternativa viable, el respeto a la especialización docente en materias y cursos, la limitación estricta del número de alumnos por aula. En Francia se aprobó recientemente la incorporación a los institutos de personal auxiliar que se encargue de las tareas de vigilancia, supervisión y mantenimiento del orden. Inglaterra ofrece centros politécnicos de prestigio y facilita, con una normativa pragmática y flexible, sistemas-puente para el paso posterior a otros estudios. La Enseñanza es, además, un terreno que se presta al reparto de trabajo si se recupera, en términos aceptables, la opción de la dedicación parcial y se considera el derecho –potencial pero nunca puesto al alcance de los profesores de Enseñanza Secundaria, como sí es el caso en otros países- del año sabático y de un sistema de licencias racional y flexible.

   El Gobierno se refugia hoy en su imposibilidad de contar en las Cortes con los votos necesarios para cambiar leyes. Sin embargo la LOGSE es un desastre tal que admite pocas componendas. Por supuesto, la escolaridad gratuita y obligatoria hasta los 16 años debe continuar en una reforma educativa futura. De la actual, lo mejor que puede esperarse es su desaparición. Pero se trataría de una decisión realmente política; no del regateo de una almoneda de clanes a los que repugna la idea misma de valores superiores a sus intereses inmediatos.

   (Este artículo se publicó en las páginas 4 y 5 del diario EL MUNDO del viernes 10 de abril de 1998, en la sección de Opinión. El periódico lo resumía como Un análisis empírico –y anonadante- de la Enseñanza. El cambio de Gobierno, por entonces del Partido Popular, no significó un valiente cambio radical –el único válido y posible- en la política educativa. El chantaje y presión de los grupos autonómicos parlamentarios fue, junto con el del Partido Socialista, decisivo en blindar la mediocridad, tribalismo y degradación permanente de la Educación española. Sola y solitaria se alzó la propuesta de una Ley para la Enseñanza de las Humanidades planteada por Esperanza Aguirre, que fue rechazada por alianzas e intereses ajenos a cuanto no fuera el provecho de sus respectivas clientelas).